miércoles, 12 de enero de 2011

Kuroshio Sea

Un video fantastico por Jon Rawlinson,

martes, 11 de enero de 2011

Libros del Mes, Marilyn, JFK y Champollion



Hoy voy a compartir las compras del mes, después de una plática muy interesante sobre Marilyn Monroe y el Presidente JFK, me decidí por el libro del periodista y crítico de cine francés François Forestier, espero que no sea solo puros chismes calientes y conspiraciones, pero de tanto que se oye por ahí que ya me dieron ganas de sacar mi lado morboso y averiguar si tantas cosillas de Marilyn y el Presidente so verdad, espero que este bien documentado, todo el morbo, chismes y voyerismo tiene que tener un fin, una verdadera conclusión, así que veremos que nos prepara el autor.

El segundo libro es El egiptólogo de Christian Jacq, me gusta más su título original Champollion en Egiptólogo, no he querido buscar mucha información sobre la novela, el tema de la piedra Rossetta y su descifrador Champollion es una de mis aventuras favoritas, también será la primera novela que lea de este autor, se mira que es muy prolífico, pero no hay ninguno de sus títulos que me llame la atención por ahora.

Hay un articulo en el peridico el Pais sobre el libro de François Forestier, tambien se puede leer el primer capitulo en la pagina de la editorial Aguilar

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REPORTAJE: UN ASUNTO PRESIDENCIAL
Kennedy y Marilyn, en la bañera
Ella, una adicta a las pastillas que se lavaba poco. Él, un hombre sin moral que se 'acostó' con medio Hollywood. Así retrata François Forestier la relación entre el presidente y la 'sex symbol'
JOSEBA ELOLA 17/01/2010

Diciembre de 1962. John Fitzgerald Kennedy se toma el domingo libre y acude a casa de su cuñado, Peter Lawford, que, además de cuñado y actor, es su celestino, el que le procura todas sus amantes. Allí le espera Marilyn.

JFK tiene problemas de espalda, lleva un corsé, pero se lo quita para entrar en la bañera de agua caliente junto a su amada. Marilyn monta sobre The Prez, que así es como llama en la intimidad al presidente de los Estados Unidos de América. Al cabo de un rato, Peter Lawford entreabre la puerta y toma unas fotos con su cámara Polaroid. El presidente sonríe, Marilyn hace muecas. Mientras los dos amantes intercambian confidencias en la habitación, los hombres de Hoover, el todopoderoso jefe del FBI, escuchan las conversaciones con sus auriculares mientras comen pizza. Hay micrófonos instalados por todas partes.

Éste es uno de los múltiples encuentros secretos que el periodista francés François Forestier narra en Marilyn y JFK (Aguilar), obra que recrea la relación entre la gran sex symbol del siglo XX y el mítico presidente. "Es un libro que cuenta una historia", dice por teléfono desde París el periodista del semanario Le Nouvel Observateur, "no es una obra periodística, ni un libro de historia". Eso sí, asegura que no hay una sola línea de ficción. Que todo lo que cuenta está respaldado por documentos desclasificados del FBI y la CIA, por la abundante bibliografía relacionada con el tema, por archivos que están a disposición de cualquiera que quiera verlos y por las entrevistas con testigos directos que él ha realizado a lo largo de años. El periodista francés, especializado en cine, cuenta que la historia de esa Polaroid de Peter Lawford se conoció gracias al vecino de J. Edgar Hoover. El todopoderoso jefe del FBI guardaba en su casa documentos comprometedores de algunos de los espiados por su red de informadores. Entre otros, la foto de Kennedy y Marilyn en la bañera. Al morir Hoover, su vecino la encontró en la basura. Allí estaba la prueba de aquel encuentro. "Esas fotos existen. Circulan", dice Forestier.

Son pocas las imágenes que se conocen de la pareja, que, según Forestier, mantuvo una relación intermitente a lo largo de años. Los servicios secretos y los propios Kennedy se encargaron de borrar las pistas de esa relación. "Lo eliminaron todo para mantener el mito viviente, los Kennedy eran intocables", sostiene Forestier. La imagen que acompaña a este reportaje es una de las pocas que se conocen. Es el resto de un carrete que fue eliminado. En la instantánea aparecen John y Bobby Kennedy, con quien también se enrolló Monroe, según cuenta el libro. Fue tomada en casa de Arthur Krim, tesorero del Partido Demócrata, pocas horas después de la más lasciva demostración en público de su relación, el irrepetible Happy birthday, Mr. President.

Forestier habló con algunos de los que estuvieron entre bastidores aquella mítica noche en el Madison Square Garden, la de la celebración del 45 cumpleaños del presidente. Cuenta que a Marilyn se le rompió el vestido y que los allí presentes apreciaron que no llevaba ropa interior. Le habían remendado el vestido -de 12.000 dólares- en el camerino, pero éste no tardó en resquebrajarse mientras Marilyn cantaba a su Mr. President.

Conseguir que la estrella subiese al escenario aquella noche fue costoso. Tuvo que secuestrarla Peter Lawford del rodaje de Something's got to give -la película que no llegó a terminar- presentándose con un helicóptero. La llamada de Bobby Kennedy al jefazo de la Fox, Milton S. Gould, pidiendo que dejara escapar a la actriz "por una cuestión de Estado" no fue suficiente. Y JFK tenía claro que esa noche Marilyn era su regalo de cumpleaños.

Jacqueline Kennedy, la primera dama, harta ya de la historia de Marilyn, y sin ninguna gana de ser humillada ante 15.000 espectadores, se largó a pasar la noche de cumpleaños de su marido a Glen Ora, la residencia de fin de semana. A montar a caballo.

Marilyn y JFK cuenta una historia de espías. Porque si algo había en casa de Marilyn -y en los lugares que más frecuentaba- era micrófonos ocultos. Si alguna vida fue escudriñada, ésa fue la de la protagonista de la inolvidable Con faldas y a lo loco. El FBI, la CIA, la Mafia; el jefe del sindicato de transportes, James Hoffa; su marido celoso, DiMaggio. Amigos y enemigos de Kennedy la espiaban. Y el carismático presidente tenía muchos enemigos. Tal como cuenta Forestier, llegó al poder aupado por su padre, Joe Kennedy, que prometió favores a la Cosa Nostra cuando su hijo llegara a presidente. La Cosa Nostra comprobaría poco más tarde cómo el hermano pequeño, Bobby, cimentaba su carrera a base de hostigar a los mafiosos. Se sintió engañada. Empezó a trabajar.

El libro de Forestier hace un retrato absolutamente desmitificador de sus dos protagonistas. Marilyn es presentada como una mujer desequilibrada y drogadicta que no cuida nada su higiene personal y, además, es frígida. Kennedy, como un tipo sin ninguna moral, un niño pijo acostumbrado a que nadie le diga nunca que no, un egoísta recalcitrante que desprecia los sentimientos ajenos. Se acuesta con medio Hollywood, cuenta el libro. Y sufre eyaculación precoz. Angie Dickinson, una de sus múltiples amantes, recuerda su intercambio de fluidos con JFK como veinte inolvidables segundos.

La noticia del aborto de Jackie Kennedy ante la que John ni se despeina, prosiguiendo sus vacaciones en barco con un cargamento de chicas; el pago de 75.000 dólares a la revista Time por parte de Joe Kennedy, el patriarca de la familia, para lanzar la carrera de su hijo hacia la presidencia; el consumo de LSD por parte de Kennedy poco antes de la invasión de Bahía de Cochinos; la violación que Marilyn sufre, borracha y abotargada de pastillas, por parte del mafioso Mooney Giancana. El libro recorre sin cortapisas los episodios más escabrosos de la biografía de ambos mitos. "Soy partidario del espíritu de James Ellroy", explica Forestier, "hay que mirar detrás de los mitos. Hollywood es un mundo corrupto, sin moral. La política, también. Con Marilyn y JFK, estos dos mundos sucios se encuentran".

Forestier asegura que su libro no incluye grandes revelaciones. Que prácticamente todo lo que narra ya había sido contado, a trocitos, en los múltiples libros que han abordado de forma tangencial el tema. Faltaba que alguien articulara el gran relato, dice. "Nadie ha contado esta historia", sostiene sin asomo de dudas. Atribuye esta circunstancia al pacto de silencio que durante años suscribieron los medios, que tuvieron material publicable entre sus manos, pero renunciaron a hacerlo. Y a la eliminación de grabaciones, fotos y documentos a la que los propios Kennedy contribuyeron. Así fue en una primera etapa. Pasados los años, dice, todo el mundo dio por hecho que su historia ya estaba contada.

François Forestier escribe críticas e informaciones de cine para el semanario Le Nouvel Observateur. A sus 62 años, es un hombre fascinado por el Hollywood clásico. "No por el de Scarlett Johansson", matiza. Se ha tirado media vida entrevistando a los grandes del cine. Muchos de ellos, como John Huston, le fueron contando historias de Marilyn que empezaron a germinar en su cabeza. Autor de autobiografías de Howard Hugues, Aristóteles Onassis y Martin Luther King, además de novelista, declara su fascinación por esta historia entre dos niños egocéntricos, entre una mujer, tal y como la describe, vacía y un hombre sin moral. "Kennedy era un niño rico, con la arrogancia del niño rico que piensa que no le puede pasar nada. Pensaba que aunque se descubrieran las partes más oscuras de su biografía, nunca pasaría nada".

Marilyn conoció a Kennedy en 1954, en una fiesta en casa del productor Charlie Feldman. Una fiesta a la que acudió con su marido Joe DiMaggio, en la que bailó acaramelada con su admirado Clark Gable y en la que deslizó un papel con su número de teléfono en la chaqueta del entonces joven senador norteamericano.

Durante ocho años se sucedieron los encuentros entre ambos. El 24 de mayo de 1962, Monroe recibe la llamada del celestino Peter Lawford.

-Se acabó, Marilyn. No debes intentar ponerte en contacto de nuevo con el presidente. No debes volver a verlo, ni llamarlo por teléfono.

Ante las lágrimas de la estrella, Lawford zanja la cuestión.

-Marilyn, sólo has sido un polvo para Jack.


Tomado de El PAIS,

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Kennedy/Marilyn/banera/elpepusocdmg/20100117elpdmgrep_9/Tes?print=1

domingo, 9 de enero de 2011

Libros sobre Marilyn Monroe y una oracion por Norma Jeane

Lo siento no me gustan las rubias, y no es por lo que dicen que las rubias son tontas y todo lo demás, es simplemente cuestión de gusto, las prefiero morenas, tal ves hable así porque no he conocido una rubia que me mueva el tapete (huy que me oyera mi señora, la de san quintín que se armaría). Volviendo al tema de la rubias y los mis extraños gustos, hay una rubia que me llama la atención, Marilyn Monroe, pueda ser porque crecí viendo sus películas los Domingos por la noche o por lo que decían mis amigos de primaria sobre ella, que por derechos de autor no puedo reproducir en estas líneas, por años la vi como un sex symbol, una diva o esa bella sonrisa y nada mas, pero cuando llegue a la universidad me cayo en mis manos una antología de poemas de Ernesto Cardenal, su Oracion por Marilyn Monroe, me hizo ver lo frágil que era, como lo somos todos, y esa humanización que se siente en el poema del padre Cardenal me abrió mas los ojos hacia su belleza interna, a sentir compasión por la joven muchacha, confundida y destrozada, que necesitaba ser verdaderamente amada. Hoy hablando con unos amigos sobre el libro de Marilyn y JFK, caímos en cuenta que se ha escrito mucho sobre ella pero no he leído ninguno de los muchos títulos que hay sobre la vida y milagros de Norma Jeane Mortense. Les dejo primero el poema del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal y después u pequeño articulo sobre la publicación en español del libro de J. Randy Taraborrelli.




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ANTES DE 'SEX SYMBOL', LA ESTRELLA DE HOLLYWOOD FUE HIJA NO DESEADA, NIÑA DE ACOGIDA Y ESPOSA MALTRATADA

Un nuevo libro airea el pasado tormentoso de Marilyn Monroe

Domingo, 9 de enero - 00:00h.
MADRID

No fue una diosa. Fue la diosa. Pero también una muñeca rota, una hija no deseada, una niña de hogares de acogida, una esposa maltratada, una actriz minusvalorada, una madre frustrada, una adicta a las pastillas y a las drogas, una desgraciada. Escrita por J. Randy Taraborrelli y editada en España por Mosaico, La vida secreta de Marilyn Monroe repasa con todo lujo de (morbosos) detalles los aspectos más íntimos de la estrella más bella y una de las más fugaces de Hollywood.

Ni siquiera en el día en que nació, el 1 de julio de 1926, a la preciosa Norma Jeane Mortensen le dieron la bienvenida al mundo. Sin rastro de su padre, su madre era una mujer con severos problemas mentales (esquizofrenia paranoide) de los que no se quiso tratar por sus creencias religiosas. El destino de Norma Jeane fueron las casas de acogida y los brazos ajenos. A los 7 años, la futura estrella «ya tenía problemas para relacionarse con los demás», explica el autor. «Era tímida e introvertida», continúa. Cuando la dejaron en un orfanato (otro más) sentía que la llevaban «a la cárcel». El libro, sin embargo, incluye declaraciones de los responsables del centro que niegan que su vida fuera una tortura.

Precisamente fue la urticaria a esos centros lo que la empujó a casarse con alguien a quien no amaba: Jim Dougherty, por quien, incluso, dejó sus estudios. En aquella época, Norma Jeane intentó hablar por teléfono con su supuesto padre. Él le colgó sin más. Sin embargo, Taraborrelli recoge declaraciones del hijo de Charles Stanley Gifford negando tanto que eso ocurriera como la presunta paternidad.

MODELO SOLICITADA / Tras la petición de un fotógrafo militar para que posara para una película dirigida al Ejército, la bellísimaNorma Jeane se convirtió en una modelo solicitada. Y, tras un tiempo, pasó a ser Marilyn Monroe. Para horror de su marido controlador. Tampoco su segundo esposo, Joe DiMaggio le dio alas. Él era «más que un simple jugador de béisbol, un icono cultural», dice el autor. Había amor. Muchisímo. Pero al final desapareció dando paso a los golpes. Él quería una mujer hogareña, un ama de casa, una sumisa. Y se encontró con el símbolo sexual número uno. Tras un romance con Frank Sinatra, que estaba devastado tras la ruptura con Ava Gardner, Marilyn volvió a casarse con el dramaturgo Arthur Miller. La ceremonia civil duró cuatro minutos. El amor entre ellos, algo más. Hasta el día en el que Marilyn descubrió que su esposo había escrito en su diario que se arrepentía de haberse casado con «una niña y no con una mujer».

La vida secreta de Marilyn también deja claro que no hay pruebas que confirmen que la protagonista de La tentación vive arribatuviera un largo romance con el presidente Kennedy. «Solo compartieron una o dos noches», asegura Taraborrelli.

La muñeca rota, que no llegó a ser madre y que fue internada en un psiquiátrico, se rompió definitivamente el 4 de agosto de 1969. Era una estrella, pero también «una mujer asustada sumida en el remolino de su enfermedad mental».

Tomado del El Periodico

http://www.elperiodico.com/es/noticias/gente/20110109/nuevo-libro-airea-pasado-tormentoso-marilyn-monroe/655957.shtml

jueves, 6 de enero de 2011

De que hablan Byron y Dario


En una calle de la ciudad de México, todas las noches Lord Byron y Rubén Darío se encuentran para debatir un poco, platicar, chismear o tal vez solo pasar el rato, hacer algún comentario sobre lo que miran a diario en las calles de Lord Byron con Ruben Dario. Les dejo un artículo de Nicolás José para la revista Letras Libres sobre estos dos grandes de la Literatura y las calles que llevan su nombre en la gran ciudad de Mexico.

Lord Byron esquina con Rubén Darío



De qué hablarán los fantasmas de Lord Byron y Rubén Darío cuando se encuentran en Polanco al pie de los jardines de Chapultepec.

¿Quién conoce los nombres que camina?



Casi toda la vida consciente de George Gordon, Lord Byron, transcurrió en tiempos Napoleónicos. No resulta tan sorprendente, por lo tanto, que nunca conociera París. Ni que fuera la Pimpinela Escarlata para pasear su noble -aunque tullida- silueta por las calles de Faubourg Saint-Germain. Tampoco le importó mucho una vez exiliado el monstruo. Ni siquiera la compasión lo llevó a la ciudad de las luces cuando, en 1816, su otrora amante, Caroline Lamb, desesperada porque la visitara, destruyó su cuarto de hotel, valiéndose de muebles, tazas y candeleros como proyectiles. Al poco tiempo Byron abandonó Inglaterra para siempre. Años antes había escrito a un amigo: “Nunca viviré ahí, no es país para mí, el por qué debe permanecer secreto”. Nunca pudo revelarse a sí mismo ese por qué, ni en Caín, ni en Mazeppa, ni en Don Juan, ni en todas sus Peregrinaciones de Childe Harold. Pero el secreto siempre estuvo ahí: cuando cruzó nadando el Helesponto; en el verano al pie del Lago Lemán con los Shelley; en el invierno en que su amante analfabeta se tiró al Gran Canal de Venecia, incapaz de vivir con el desprecio del poeta. “Feroz y hermoso cometa” dejó una estela adúltera, incestuosa, sodomita. Escribió con todo el cuerpo y así buscó la gloria, soñándose libertador de suliotas. La enfermedad asaltó al recién nombrado Generale Noel Byron, antes que él pudiera asaltar la fortaleza de Lepanto. En la claridad que antecede la muerte, invocó: “Mi esposa, mi tierra, mi hija”.

Félix Rubén García Sarmiento, estilado Rubén Darío, en cambio, desde niño soñó con París. Para él ya era la capital del siglo diecinueve. “Cuando en la estación de Saint Lazare pisé tierra parisiense”, relata, “sentí que hollaba tierra sagrada”. Antes había pasado por casi todo Centroamérica, Cuba, España, Nueva York, Buenos Aires. Pero sus viajes no eran aventureros, más bien hueseros, como parte de tal o cual legación, encargado de empezar éste u otro periódico, o como cónsul honorífico, ya de Colombia, ya de su natal Nicaragua. Pero siempre se sintió raro. No así en la ciudad “del Arte, de la Belleza y de la Gloria, reino del ensueño”. Ahí se sentía ciudadano predilecto, ahí pasó los años divertidos de su alcoholismo junto a Gómez Carrillo y Alejandro Sawa. Aunque nunca pudo mantener una conversación con su ídolo Verlaine. Cada vez que intentaban presentárselo, el “padre y maestro mágico”, el “liróforo celeste”, estaba más borracho que él. Vivió por liberar el pájaro azul enjaulado en su cerebro y su inconmensurable destreza y talento eran el pan de los “jóvenes modernistas, más o menos melenudos”. Pero su deseo de pertenencia nunca lo abandonó. Tal vez por eso él sí procuró nupcias con su amante analfabeta, aunque a la postre también la abandonara para irse a morir a Nicaragua.

La Autobiografía y la Historia de mis libros de Darío son documentos muy bien ensayados en los cuales se cita a sí mismo constantemente como fuente de autoridad y veracidad. Están pensados y escritos para que la posteridad lo consagre como el príncipe de las letras castellanas, en la gran narrativa de nuestra literatura. Todo le sucede a él primero: conoció personalmente a Martí y a Julián del Casal, pero solo a él le tocó “iniciar el modernismo”; disque a él y no a Rodó se le ocurrió primero, también, la división entre Ariel y Calibán para describir los poderes en juego en Estados Unidos y América Latina; caramba, hasta la revolución mexicana empezó a la sombra de su presencia en Veracruz, con la muchedumbre levantada dando “vivas a Rubén Darío y a Nicaragua”. Gracias por todo, Rubén, gracias.

Nunca sabremos, por otro lado, cómo sería la autobiografía de Byron. A la par de sus fecundas relaciones epistolares y su frenético afán de registrar todo lo que le acontecía en su diario, escribió dos volúmenes de memorias cuya publicación confió a su amigo Tom Moore. Hubo violentas discusiones sobre la propiedad y destino de los dos volúmenes entre el mismo Moore, Hobhouse (otro íntimo amigo), un representante de su esposa y de su hija, un representante de la media hermana (también amante y madre de otra hija) y el editor Murray. En contra de la voluntad de Byron, y a pesar de los proyectados beneficios económicos que rendiría la publicación, decidieron destruirlos por el bien de todos. Poco a poco los fueron deshojando, auto de fe en la chimenea, sólo dos de ellos las habían leído.

No sé de qué hablarán sus fantasmas cuando se encuentran en Polanco al pie de los jardines de Chapultepec. Fue una mala idea. No se caerían bien. Byron despreciaría a Darío, lo llamaría “poeta domesticado”, como llamaba a Wordsworth. Darío balbucearía cualquier cosa incomprensible de perfecta prosodia. A no ser que hablen de los animales que atormentaron sus últimos años. Darío, durante su misión en Madrid, a veces llegaba tan borracho de ajenjo del Café Barbieri o del Chicote, que imaginaba que lo atacaban los leones de mármol que vigilaban la puerta del consulado nicaragüense en la calle de Serrano. Eran leones de la muerte con la que vivía obsesionado. Tenía que salir un empleado a conducirlo a la casa. No es casualidad que su tumba en la Catedral de Managua esté resguardada por un poderoso león. Byron vivía temeroso de los ojos de un águila que hirió de muerte en Vostitza en 1809. Intentó salvarla pero no pudo. Antes de esto interpretaba el águila en vuelo como símbolo de su propia grandeza. Hacia el final, se le aparecía el brillo de esos ojos, multiplicado por docenas, y sentía un violento aleteo.

Puede ser que hablen de animales, el zoológico queda cerca. Pero probablemente se ignoran o, a lo mucho, escriben odas a los vecinos que batallan por un predio.

- Nicolás José .








Tomado de Letras Libres,



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