martes, 24 de noviembre de 2009

La Ciencia se rie de las teorias Apocalipticas

El fin esta cerca, esta prácticamente a la vuelta de la esquina, bueno según las teorías conspirativas y una buena cantidad de entendidos en el apocalipsis, el fin está por llegar. Pero mientras nos llegan los sonidos de trompeta y el presidente Obama nos avisa que ya no pueden hacer nada por salvar el planeta, hoy en el periódico ABC, se mencionan algunas de esta teorías que causan risa a los científicos, pero esperemos que como dicen el viejo refrán el que ríe al ultimo ríe mejor, los que rían de ultimo no sean los testigos de Jehová.

El fin del mundo será otro día: las profecías de las que se ríe la ciencia.

Desde principios de los tiempos han sido muchos los que han pronosticado el fin del mundo, cada cual con un final distinto, pero siempre a lo grande, con cielos que se abren, explosiones atómicas o meteoros que se estrellan contra la Tierra. Temores como estos resurgen cada pocos años, en algunos casos acompañados de teorías pseudoreligiosas o pseudocientíficas, que a los dos bandos recurren los apocalípticos para elaborar sus estrafalarios augurios. El caso es que las fechas previstas por estos agoreros han pasado sin pena ni gloria, como otro día cualquiera, desde el año 800 en el que el Beato de Liébana pronosticó su Apocalipsis hasta la más reciente, hace poco más de un año, de la puesta en marcha del Gran Acelerador de Hadrones (LHC) en Ginebra. Por cierto, prepárense porque, que se sepa, aún quedan dos finales por llegar: el que causará la misma «máquina del Big Bang» cuando se ponga en marcha de nuevo a toda potencia en enero y, por supuesto, el que algunos pronostican para 2012 en una curiosa interpretación del final del calendario maya. No digan que no les habíamos advertido.

Estas son algunas de las hecatombes más famosas a las que hemos sobrevivido, aunque seguramente el lector podrá añadir algunas más que tenga en su memoria:

-La Mir caerá sobre París y se desatará una oleada de desastres: Pasar de 1999 al año 2000 no podía ser algo ordinario. Además de los efectos perversos que el salto de centuria pudiera tener en los ordenadores -instituciones y empresas se prepararon para el acontecimiento-, el mundo se enfrentó a una profecía impresionante que tiene su origen en las teorías de Nostradamus. El excéntrico modisto Paco Rabanne cambió las telas y las agujas por una bola de cristal y advirtió a la Humanidad de que la vieja estación espacial rusa Mir iba a caer sobre la ciudad de París el 11 de agosto de 1999, fecha que coincidía con el último eclipse total del milenio. A partir de ahí, se sucederían una serie de desastres que conducirían sin remedio al fin de los tiempos. ¿Recuerda que hizo ese día? A no ser que algo importante de índole personal ocurriera en su vida, ese 11 de agosto no se diferenció demasiado de cualquier otro día del verano. El diseñador hizo un ridículo espantoso al que luego intentó quitar hierro, pero su reputación había quedado tocada sin remedio.

-El triste caso de La Puerta del Cielo: Si podemos tomar a chufla las declaraciones de Rabanne -al fin y al cabo el mayor perjudicado fue él mismo- esta historia es realmente trágica. En 1997, 39 miembros de la secta La Puerta del Cielo se quitaron la vida en la mansión en la que residían en San Diego (California) para que los extraterrestres llevaran sus almas a una nave espacial y evitar así el Armagedón que pronto caería sobre la Tierra. «Prefiero apostar en perder el autobús hacia el cielo que quedarme en este planeta y arriesgarme a perder mi alma. No hemos muerto, simplemente nos hemos mudado de este vehículo que es nuestro cuerpo», declaraba uno de los líderes en un cinta previamente enviada a la cadena de noticias CNN. Esta locura colectiva tuvo imitadores. Meses después, en Canarias, la Policía evitó que 34 adeptos de un grupo pseudorreligioso se suicidaran en el Teide, donde esperaban que les recogiera una nave espacial para salvarlos del fin del mundo.

-Un meteorito chocará contra la Tierra: Esta es una de las profecías más habituales y uno de los temores más extendidos en lo que el astrobiólogo David Morrison, un experto de renombre mundial en el sistema solar, denomina «cosmofobia», un miedo sin fundamento a los fenómenos que ocurren en el Universo. El italiano Giorgio Bongiovanni alertaba de que un meteorito chocaría contra nuestro planeta en 1991... porque se lo habían comunicado Jesús y la Virgen. Sus teorías aún circulan por distintas webs de dudoso gusto.

-El aviso del cometa Halley: El Halley dio muchísimo de sí a los predicadores del fin de los tiempos. Su paso cerca de la Tierra en 1986 fue interpretado por los amigos de lo oculto como una señal de que pronto íbamos a enfrentarnos al juicio de los juicios. El peruano Sixto Paz, una especie de visionario, calculó en su día que la sarracina mundial se produciría a causa de una gran guerra atómica. En el cielo, el cometa Halley -¿qué demonios tendrá que ver con la bomba atómica?- sería el aviso del sacrificio humano. ¿El resultado? Han pasado más de veinte años...

-¿Que la vida sigue después del día señalado? Pues cambiamos la fecha: Es una estrategia común entre los más desfachatados. Si el fin del mundo no llega cuando lo has previsto, dices que será otro día y tan frescos. Después de leer la Biblia a su manera, William Miller, fundador de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, propuso el epílogo para el 21 de marzo de 1843. Ese día debió de notar algunas miradas suspicaces, así que trasladó un segundo final al 22 de octubre de 1844. No fue el único que se divirtió con un baile de fechas. Los Testigos de Jehová han tenido ya varios apocalipsis (1874, 1914, 1918, 1925, 1940 y 1975). Lo mismo ha ocurrido con los agoreros del LHC, como veremos más adelante.

La Edad Media fue una época rica en predicciones fatalistas a partir de la interpretación de la Biblia. Beato de Liébana eligió el año 800; Arnaldo de Vilanova, 1370... Se inició así una carrera de fracasos que ha llegado hasta nuestros días. El mundo se enfrenta ahora a dos posibles y absurdos finales. Uno ya lo conocemos, y lo más probable es que cuando llegue ocurra lo mismo que ocurrió hace un año: nada. Se trata del miedo que algunos sectores poco informados tienen al LHC. Un grupo internacional denominado ConCERNed incluso lo ha denunciado ante la ONU porque considera que la máquina puede crear un agujero negro que engulla el planeta entero. Ahí es nada. Si todo marcha como está previsto, nos reiremos del tema a principios de 2010, cuando el ingenio, si hay suerte, consiga recrear un «Big Bang» en miniatura.

El segundo final, por si el primero le viene mal, es de película: el de diciembre de 2012. Ya saben, esa interpretación libre del calendario maya sobre la hecatombe que Hollywood y otros interesados se han encargado de engordar en diferenes webs de marketing viral. Vaya preparando su agenda y no haga demasiados planes.

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