Leteo Ediciones ha publicado una antología de cuentos de Sergio Ramírez que incluye, desde sus primeros relatos, hasta algunos contenidos en sus últimos libros y otras historias inéditas.
Después que la editorial Alfaguara, en el ámbito internacional, y Distribuidora Cultural, en Nicaragua, publicaran hace algunos años sendas recopilaciones de los cuentos completos de Sergio Ramírez; Leteo Ediciones nos ofrece ahora una voluminosa antología en la que se agregan historias de sus últimos tres libros publicados, y una más perteneciente a otro volumen en preparación.A partir de estas recopilaciones no resulta muy difícil diseñar un mapa relativamente acertado del recorrido de Ramírez como cuentista. Una trayectoria en la que el juego narrativo oscilante en las fronteras entre invención literaria y “realidad real”, nunca ha dejado de funcionar con habilidad, ni ha dejado de provocar conmovedoras sorpresas.Y lo hace concentrándose en la recreación de aspectos puntuales de nuestra historia y de nuestra realidad actual, pero deliberadamente caricaturizados por un registro narrativo que mezcla la ironía con la construcción de imágenes y alegorías que a su vez conforman una amplia y totalizadora metáfora del poder.Es curioso que esa metaforización del poder, vista en perspectiva, se nos revele recurrente en casi toda la obra narrativa de Ramírez, y que persista en circunscribirse mayormente en el ámbito de las sociedades centroamericanas, cuyo atraso nos hace aún permanecer en la cola de tantos mundos posibles.Aún sin abandonar esa constante, a partir de sus últimos libros empezó a ser notable en sus cuentos un giro interesante hacia temas derivados de la crónica roja o de hechos reales extraídos del submundo de nuestras barriadas, o de nuestras provincias; torciendo de cierta forma la verosimilitud del lenguaje periodístico hasta convertilo en piezas de ficción que sin embargo nos resultan conmovedoramente reales.Pero también el cine, el deporte y la influencia mediática en la cultura popular siguen siendo temas recurrentes en la narrativa de Ramírez. Su idea de la sociedad latinoamericana, centroamericana o nicaragüense en un mundo supuestamente postmoderno, parece estar formada por todos estos elementos llamados mediáticos: el mundo del cine, de las telenovelas, de los locutores deportivos y la cultura del béisbol o el boxeo; de las páginas de sucesos, en fin, eso que entretiene diariamente a lo que algunos llaman “público” y otros “masas”.Para Ramírez escribir cuentos no es un asunto de élite, sino de la cultura diaria, un asunto cultural que afecta el lenguaje, la organización social, el comportamiento de los individuos. Todo eso, como él mismo dice, está en el ambiente, y al retratarlo literariamente sus cuentos a la larga nos mostrarán lo que ha sido la sociedad de comienzos del siglo XXI en Centroamérica.Contemplando esta selección de Leteo Ediciones, y ojeándola en lo ya conocido para contrastarlo con lo más reciente, incluyendo el cuento Bendito escondido, que me parece es parte de un libro inédito, observo pues la recurrencia de esos ejes temáticos como una metáfora esperpéntica del poder, en todos los niveles y estratos de nuestras sociedades.Algo que se hace evidente en la recreación detallada (llena de sarcasmo y humor negro) de la realidad social, y el apego a ella desde la ficción literaria en casi todos sus cuentos; así como la caricaturización de los estereotipos culturales asumidos por una sociedad atrasada, llena de contrastes, dominada por el fetichismo y aspirando siempre a encarnar los modelos de modernidad del primer mundo.“Una de las obsesiones de mi escritura –confiesa Ramírez- han sido los modelos sociales, desde el político hasta el ético, que dominan la conducta de las personas. Eso está patente en uno de mis primeros cuentos que se llama El Poder, visto desde una dimensión provinciana. ¿Qué es el poder? Un sometimiento constante y caricaturesco que funciona en dos sentidos, de arriba abajo y de abajo hacia arriba. Lo mismo con la enajenación, que está en Nicaragua es blanca y A Jackie con nuestro corazón; cómo la sociedad dominante pretende igualarse en modos y costumbres al modelo metropolitano, hasta el punto de desear ardientemente una nevada sobre Nicaragua, para usar ropa de invierno, o recibir fastuosamente a Jackeline Kennedy. Son propuestas fantasiosas, bien podría ocurrir, salvo, claro está, que caiga nieve sobre nuevas ciudades y montañas. Y en De tropeles y tropelías buscaba el esperpento que es el presidente omnímodo y decrépito, que lo somete todo a su voluntad. La suerte que tienen historias como éstas es que no perecen, bien podrían tener una lectura contemporánea…”-Llama la atención el destino de sus primeros cuentos, especialmente El Estudiante, que desde que apareció en la revista Ventana no volvió a ser parte, me parece, de otros libros; lo mismo creo que ha sucedido con La Tarjeta y Son de Pascuas… “Ese cuento, que es el primero que escribí en mis vacaciones de 1960 en Masatepe; encabeza la colección Cuentos, que se publicó en 1963 en la Editorial Nicaragüense en Managua; un libro en todo memorable para mí, pues fue editado por Mario Cajina-Vega, lleva un prólogo de Mariano Fiallos Gil, ilustraciones de Leoncio Sáenz, y una viñeta de portada de Pablo Antonio Cuadra; más no se puede pedir. El año que viene, cuando se cumplen cincuenta años de mi vida de escritor, me gustaría que se hiciera una edición facsimilar de ese libro. La tarjeta está en ese mismo libro Cuentos, y Son de Pascuas se publicó en 1964 en un pequeño libro que se llama Cinco cuentos (ediciones Ventana), donde hay otros textos de Fernando Silva, Juan Aburto, Mario Cajina-Vega y Fernando Gordillo”.-¿Considera usted el cuento Perdón y olvido como emblemático de su cuentística? ¿Por eso lo escogió para titular la antología?“Bueno, no fue mi escogencia, eligieron el título Ulises Juarez y Francisco Ruiz, los editores del libro, y yo estuve de acuerdo, aunque de todas maneras el cuento que le da nombre a mí me parece emblemático, porque conseguí plasmar en el papel algo que me pareció difícil hasta no poner la última línea: contar la historia de alguien que ve aparecer a sus padres, trabajando como extras en una escena de cabaret de una vieja película mexicana, que se llama Perdón y olvido; y como la voz corresponde en la escena a los personajes principales, mis personajes se empeñan en saber qué se están diciendo sus padres sentados a la mesa del cabaret, con voces mudas. Y hay todo un drama detrás de eso”.Hay gérmenes temáticos en la narrativa de Sergio Ramírez que empiezan a asomar en sus primeros cuentos, y luego se desarrollan más ampliamente. Ejemplo: el cuento Félis Concóloris –de su primer libro-, evidentemente tiene su prolongación en los cuentos de El reino animal (2006); o el ya citado cuento El poder –también de su primer libro- cuya atmósfera se sucede en los cuentos recurrentes sobre el mismo tema en casi todos sus libros posteriores; o El centerfielder y el asunto del deporte y la cultura popular, que se repite luego en El juego perfecto –el cuento y después la antología, que incluye también La puerta falsa y otros sobre beisbol, boxeo, fútbol, etc.-¿Hay alguna explicación literaria o extraliteraria para esas evidentes recurrencias en su narrativa?“Creo que en la imaginación de un escritor hay desde el principio un mismo universo recurrente, que se presenta por fragmentos, que se repite, pero que tiene una sola continuidad. El poder, la enajenación, los esperpentos, el ridículo. Una vez mi amiga Antonina Vivas, que es lectora muy perspicaz, me hacía la observación de que en mi primera novela Tiempo de fulgor están contenidas todas mis novelas posteriores, y es cierto. Son las mismas obsesiones originales que habitan la mente desde el principio y que ya no se irán nunca más, lo que hacen es nutrirse, mutar, madurar, o envejecer, pero siempre vendrán a ser las mismas”.-¿Se puede ser novelista sin haber sido cuentista?“Seguramente se puede. En mi caso creo que es al revés, a lo mejor pude haber sido cuentista, que es lo que me propuse al inicio, sin pensar en ser novelista. Pero a lo mejor no, a lo mejor una cosa lleva necesariamente a otra. Porque yo empecé escribiendo cuentos como un oficio aparte, incomunicado con la novela, y lo que leía eran cuentistas, no leía novelas. Quería aprender todo lo posible sobre el arte de los cuentos, que tenía mucho de técnicas que hay que saber dominar. Y yo creo que Tiempo de fulgor, mi primera novela, está escrita con técnica de cuentista, lo mismo que después ¿Te dio miedo la sangre?, que cuenta multitud de historias, una tras otra, en diversos planos. A lo mejor, en ese sentido, mi primera novela real, escrita como novelista, es Castigo divino”.
Suplemento Nuevo amanecer cultural-El Nuevo Diario - Managua, Nicaragua - 15 de agosto de 2009 .
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