lunes, 28 de septiembre de 2009

ABC.es entrevista a Beevor


El historiador británico Antony Beevor ha presentado en Madrid su última obra, la monumental reconstrucción de «El Día D. La Batalla de Normandía» (Crítica), de la que abc.es viene publicando desde hace dos semanas un extenso blog. Beevor es uno de los historiadores actuales más importantes porque él, hombre de formación militar, ha introducido en la Historia la voz de los seres humanos. Ya lo hizo en los libros que dedicó a la Batalla de Stalingrado y a la caída de Berlín. Ahora lo hace al recuperar algunos archivos orales que no se habían utilizado nunca y que recogen las entrevistas que se realizaron en el mismo campo de batalla a los soldados, y en las que se transparenta la angustia, el dolor y la pasión en el fragor mismo del combate.

- Bien parecía que el Desembarco en Normandía había sido una batalla casi perfecta, pero usted en este ensayo demuestra que no fue exactamente así.
- Los preparativos fueron tremendos, seguramente los mayores realizados nunca en la historia militar. Pero casi todo el esfuerzo al elaborar los planes se había concentrado en asegurar los puentes de playa; es decir, en el desembarco propiamente dicho. No ocurría así con la segunda fase, la de penetración en territorio enemigo. En efecto, se subestimó la eficacia de las defensas alemanas, especialmente en el «bocage» de Normandía y en Caen, así como también se subestimó la determinación de los alemanes, quizá porque se pensaba que lo mismo los mandos que las tropas se habían dado cuenta de que a esa altura de la contienda todo estaba ya prácticamente perdido para el Reich. Sin embargo, los alemanes estaban realmente dispuestos a resistir. Cuando encontré los informes de los psicólogos norteamericanos y británicos me sorprendió mucho, al comparar, las pocas bajas por estrés de combate que habían sufrido los alemanes, a pesar de haber padecido muchos más bombardeos. Esos informes concluían que ello seguramente se debía a que diez años de propaganda nazi les había preparado mejor para afrontar las inclemencias de la guerra, mientras que los ejércitos de las democracias occidentales se vieron incapaces de superar, tan bien como ellos, la situación. Sólo los norteamericanos contabilizaron unas 30.000 bajas por razones psicológicas.
- Tampoco parece que hubiera una gran compenetración entre los mandos británico y norteamericano, algo que se puso de manifiesto desde el principio, por ejemplo, en la divergencia al interpretar de los informes metereológicos, que eran decisivos para dar la orden de salida.
- Se ha dicho que Estados Unidos y Gran Bretaña son dos naciones divididas... por una lengua común. Lo cierto es que había diferentes concepciones estratégicas de la guerra. Los norteamericanos apostaban por concentrar todas las fuerzas contra los alemanes, mientras que los británicos apostaban por la dispersión. Así, Churchill quería atacar primero por el Mediterráneo, quizá recordando el terrible número de bajas habido en Francia durante la Primera Guerra Mundial. Temía que Gran Bretaña acabara perdiendo su Ejército y que,al terminar la guerra, no tendría suficiente poder e influencia. Por su parte, los norteamericanos apostaban por concentrar las fuerzas y los bombardeos contra los alemanes. Unos y otros sostenían diferentes ideas estratégicas. Además, los estadounidenses pensaban que los ingleses eran unos arrogantes... y los ingleses pensaban lo mismo de los norteamericanos. La verdad es que los segundos demostraron ser mejores que los primeros, pues aprendían muy pronto las lecciones que les iba dando la guerra, mientras que los británicos eran mucho más tradicionales.
- Uno de los mayores éxitos de la Batalla de Normandía fue la Operación Fortitude, con la que Patton engañó a los alemanes sobre cuál iba a ser el lugar del desembarco. En esa operación destacó un agente doble español, Juan Puyol, del que usted no habla en su libro...
- Puyol, cuyo nombre en clave era «Garbo», desempeñó un papel importante en la operación, pero no fue el único. La genialidad de Fortitude, como la de otras operaciones de «inteligencia negra», consistió en convencer al enemigo de algo en lo que efectivamente ya creía. Y los alemanes creían que la invasión principal se iba a producir por Calais, que era el punto de la costa francesa más cercano a Alemania; es decir, era el lugar más obvio para efectuar el desembarco. Por eso los aliados eligieron Normandía. Claro, Calais estaba muy fortificado y bien defendido.
- Quizá las dos grandes figuras militares de los aliados durante la campaña fueron el general Patton y el mariscal de campo Montgomery, cuyas relaciones eran especialmente difíciles desde la Invasión de Italia. Los dos eran arrogantes y soberbios...
- Montgomery era un gran profesional y, como todos sabemos, desempeñó un papel muy importante en la campaña del Norte de África, sobre todo al entrenar y al dar una gran moral de combate a sus tropas. Pero ocurre que Monty -como así se le apodaba cariñosamente- estaba enamorado del mito de Monty: él se creía que era algo así como la reencarnación de Malborough o de Wellington, y nunca admitía que pudiera estar equivocado. Tenía una vanidad enorme, quizá debida a algún complejo de... inferioridad. En cuanto al general Patton, era alguien con quien nadie querría estar al lado en tiempos de paz, pero era un comandante perfecto para Normandía: ningún otro general británico o norteamericano hubiera podido manejar mejor la campaña que él.
- Patton quería tomar cuanto antes Berlín de forma que el Ejército Rojo no traspasara las viejas fronteras europeas antes de la derrota del Reich. Por su parte, Churchill quería atacar por el Mediterráneo y conquistar Austria y Yugoslavia por la misma razón. Los dos eran anticomunistas y no se fiaban de Stalin... ¿Hubieran evitado medio siglo de dominio comunista en Centroeuropa?
- Es una cuestión complicada que pertenece a la historia contrafactual... La verdad es que el presidente Roosevelt y el general Eisenhower -comandante en jefe de las fuerzas aliadas- no querían indisponerse con Stalin. Churchill, en efecto, quería atacar por Italia, tomar Austria y hacerse con los países del Adriático, para ocupar la Europa oriental. Aunque parezca un plan interesante, yo no creo que hubiera podido funcionar militarmente. En cualquier caso, las decisiones que se habían tomado en la Conferecia de Teherán, celebrada en noviembre de 1943, establecían la estrategia más lógica para el resto de la guerra. Era inevitable que el Ejército Rojo ocupara Centroeuropa. Uno de los hechos más extraordinarios es que Churchill, en mayo de 1945, terminada ya la campaña europea, le preguntó a sus jefes de Estado Mayor si era posible empujar a los soviéticos y forzar a Stalin a que regresara a sus fronteras. Pero las decisiones ya se habían tomado en la Conferencia de Yalta. Stalin creía que Polonia tenía que estar bajo control del Ejército Rojo y ajena a elecciones libres. Así que los jefes de su Estado Mayor le respondieron a Churchill que esa operación era imposible, entre otras cosas, porque los norteamericanos querían Europa en paz para poder acabar pronto la guerra contra Japón. Además, le recordaron que las tropas aliadas habían estado escuchando durante años propaganda favorable al Ejército Rojo, pues su esfuerzo les había librado de tener muchísimas bajas. No estaban preparados para luchar contra él. Parte del problema se debía, también, al hecho de que primero Roosevelt, y luego Truman, querían salvaguardar su propio legado histórico, que era la creación de la ONU, y no estaban dispuestos a ponerlo en peligro enfrentándose a Stalin para salvar a Polonia.
- Aunque Churchill sostenía que el general Marshall era el artífice de la victoria de los aliados, usted apenas lo cita en su libro...
- Bueno, Marshall era un gran jefe del Estado Mayor y un brillantísimo organizador, pero sus concepciones estratégicas no eran muy originales. A él se deben la organización, el tamaño y la fuerza de los ejércitos aliados. Pero no hablo apenas de él porque no desempeñó un papel directo en la campaña de Normandía.
- ¿Por qué tuvo tantos problemas el general De Gaulle, especialmente con los norteamericanos?
- La relaciones de De Gaulle con los aliados se enrarecieron... Aunque Churchill siempre le ayudó, él no le mostró ninguna gratitud y se empeñó, una y otra vez, en provocarle a él y a Roosevelt. Pero Churchill estaba preparado para soportarle mientras que el presidente norteamericano pensaba que De Gaulle era un arribista y un potencial dictador. Por eso desconfiaba. Por otra parte, uno de los problemas que se plantearon era que el sistema de códigos secretos de los franceses era poco efectivo. Por eso no le facilitaban información sobre los planes que estaban elaborando para el desembarco. Temían que los alemanes interceptaran sus comuniciones y las descifraran. De Gaulle estaba realmente muy enfadado de que no le brindaran esa información. En fin, como se sabe, Churchill decía que la peor cruz que había tenido que soportar en toda su vida era... ¡la Cruz de Lorena!, el símbolo de la Francia Libre de De Gaulle.
- En cuanto a los alemanes, las estrategias del comandante en jefe Rundstedt y de Rommel diferían. De haberse seguido los planes del «Zorro del desierto», que quería situar las divisiones blindadas junto a las playas, ¿habrían logrado detener los alemanes a los aliados?
- No hay duda de que en ese caso el desembarco hubiera resultado muchísimo más difícil. Pero en realidad, para contrarrestar un contrataque alemán todo dependía, como así se demostró, de la eficacia de la artillería naval.
- ¿Puede considerarse a Adolfo Hitler como uno de los mejores generales de... los aliados?
- Esa fue una de las razones por las que tanto los británicos como Stalin desistieron de matar al Führer, aunque por razones distintas. Stalin frenó sus planes para que Hitler no pudiera entablar unas hipotéticas conversaciones de paz separada con los occidentales. Los británicos, porque las continuas interferencias del Führer en la dirección de la guerra fueron determinantes para su final derrota. Uno esgrimía razones políticas; y los otros, militares.
- Por último, ¿qué novedades aporta su libro a la historiografía sobre la Batalla de Normandía?
- Creo que al menos desmonta un par de mitos. El primero, que la batalla fue el desembarco, cuando en realidad sólo fue el comienzo. El segundo, que se produjo un número terrible de bajas. En realidad murieron unos tres mil soldados aliados cuando se esperaba que lo hicieran 10.000. La peor parte, en cualquier caso, se la llevó la población civil francesa: en sólo un día fallecieron 3.000 personas. Ahora que conocemos el número de bajas por ambas partes, sabemos que la batalla no fue tan salvaje como las que se libraron en el frente oriental.

Entrevista, Beevor "Los Alemanes estaban mejor preparados para soportar la guerra" por
TULIO DEMICHELI - MADRID - Lunes, 28-09-09
Incluye un video.

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