lunes, 4 de mayo de 2009

La venganza del Eunuco Hermotimo

Releyendo este fin de semana las Historias de Herodoto, encontré este pasaje sobre la venganza de un Eunuco, la edición que poseo es la editada por Robert B Strassler, un empresario convertido en académico. Tiene dos publicaciones donde aparece como editor, sus libros son muy completos, anotados, traducidos y explicados de una manera sencilla, la primera publicación fue la Guerra del Peloponeso por Tucidides, una segunda sobre los libros de historia de Herodoto y en preparación la Helenica de Jenofonte, sus libros son todo un adoquín, vienen acompañados de mapas, ilustraciones y anexos donde se amplían los temas tratados por los autores clásicos, lástima que todos estas ediciones sean solo en ingles, no conozco ningún proyecto de traducción de alguno de estas ediciones, aunque muy bien valdrían la pena para todos aquellos que nos gusta viajar en el tiempo.
Regresando al episodio que relata Herodoto, la traducción que encontré en línea no es la mejor pero explica muy bien la venganza de un Eunuco al servicio Jerjes que logra ganar gran notoriedad dentro de la corte persa, en la antigüedad era muy común encontrar niños eunucos vendidos a sátrapas persas, por lo general eran muy estimados por su confidencialidad, muchos lograban conseguir buenos puestos, práctica que se mantuvo en las cortes Otomanas hasta el siglo XX. Bueno les dejo por fin la historia de la venganza del Eunuco Hermotimo, este le dio su merecido al comerciante de esclavos que lo convirtio en eunuco y de una manera terrible.

CIV. Envió con ella por ayo de sus hijos a Hermotimo, natural de Pedaso, quien podía tanto como el que más entre los eunucos de palacio. Y ya que hablé de él, no dejaré de mentar un fenómeno que dicen suele acontecer entre los Pedáseos situados más arriba de Halicarnaso; es a saber: que siempre que amenaza en breve a los vecinos que moran en la comarca de la ciudad mencionada algún desastre general, en tal caso nácele una grandísima barba a la sacerdotisa que allí tienen de Minerva, lo que ya por dos veces les ha sucedido.

CV. De Pedaso, como decía, era, pues, natural Hermotimo, al cual, para vengarse de la injuria que con hacerle eunuco había padecido, presentársele una ocasión que no sé que se haya dado nunca otra igual: He aquí cómo sucedió: Hiciéronle esclavo los enemigos, y como a tal le compró un hombre natural de Quío, llamado Panionio, el cual daba en una granjería la más infame y malvada del mundo, pues logrando algún gallardo mancebo, lo que hacía era castrarle y llevarle después a Sardes o a Éfeso y venderle bien caro; pues sabido es que entre los bárbaros se aprecian en más los eunucos que los que no lo son, por la total confianza que puede haber en ellos. Entre otros muchos que castró Panionio, como quien vivía de la ganancia hecha en esa industria, uno fue nuestro Hermotimo. Pero no queriendo la fortuna que nuestro eunuco fuese en todo lo demás desgraciado, hizo que entre otros regalos que de Sardes se enviaban al rey, le fuese presentado Hermotimo, quien vino a ser con el tiempo el eunuco más honrado y favorecido de Jerjes.
CVI. En la ocasión en que el rey conducía contra Atenas sus tropas persas, vino Hermotimo a Sardes, de donde habiendo bajado por algún encargo o negocio a la comarca de la Misia llamada Atarneo, en que habitan los Quíos, topó en ella con Panionio. Conocióle, y le habló largamente y con mucha expresión de cariño, dándole primero cuenta de cómo por medio de él había llegado a poseer tanto que no sabía los tesoros que tenía, y ofreciéndole al mismo tiempo que le daría en recompensa montes de oro, con tal que con toda su casa y familia pasase a vivir donde él estaba. Súpole dorar la respuesta de modo que aceptando Panionio el partido con mucho gusto, pasó allá con sus hijos y mujer. Una vez que Hermotimo le tuvo en la red con toda su familia, hablóle de esta suerte: —«Ahora quiero, oh negociante, el más ruin y abominable de cuantos vio el sol hasta aquí, que me digas qué mal yo mismo o alguno de los míos, a tí o alguno de los tuyos habíamos hecho, para que me parases tal, que de hombre que era, viniese a ser menos que nada. ¿Creías tú, infame, que no llegarían tus malas trazas a noticia de los dioses? Mucho te engañabas, pues ellos han sido los que por su justa providencia te han traído a mis manos, para que haga en tí un ejemplar, y no tengas tú razón de quejarte ni de ellos ni de mí tampoco.» Apenas acabó de darle en cara con su sórdida crueldad, cuando hizo comparecer en su presencia a los hijos de Panionio, y primero obligó allí mismo al padre a castrar a sus hijos, que eran cuatro, y después que forzado acabó de ejecutar aquel ministerio, fueron constreñidos los hijos castrados a practicar lo mismo con su padre. Tal fue la venganza que así rodando se le vino a las manos a Hermotimo contra Panionio.
Historias, VIII, 104-106

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